Todo en la vida consiste en vender. Absolutamente todo. Si lo piensas y analizas en frío, cada aspecto de tu vida está vendiendo de una manera u otra. Tanto en lo profesional como en lo personal estamos todo el día realizando ventas y esperando que, de un modo u otro, “nos compren” aquello que tenemos que ofrecer.
A veces es simplemente un consejo; otras veces son tus opiniones en un debate con amigos en un bar, esperando que compren tus argumentos y vendas tu posición como la correcta. Cuando nos arreglamos (o dejamos de arreglar) vendemos y transmitimos una imagen concreta. En lo profesional “vendes” cuando acabas un proyecto en tiempo y hora (y vendes (mal) cuando no lo haces); vendes tu profesionalidad y tu actitud cuando trabajas; vendes cuando pones un post en LinkedIn; vendes cuando tratas a un compañero/a con atención y respeto (y cuando no lo haces). Vendes cuando tienes una reunión y llegas tarde; vendes cuando ofreces tu ayuda y vendes cuando la niegas. Vendes cuando dices sí y vendes cuando dices no y, sobre todo, vendes cuando vendes.
Aunque cada acto de la vida en sí mismo se pueda interpretar como una forma de vender, obviamente las personas no actúan pensando en que están vendiendo todo el tiempo. Viviríamos entonces en un mundo más desalmado de lo que ya es y donde se perdería la espontaneidad ya que cada acción estaría terriblemente calculada.
Sin embargo, cuando trabajas en ventas, en comunicación, marketing, eventos, relaciones institucionales, relaciones públicas y un largo etcétera, hay que tener claro que cada acto que hagas vende. Para bien o para mal. Por eso es importante saber desenvolverse de manera pública y de manera interna; aprovechar los eventos, las redes sociales, las herramientas de marketing y los encuentros de networking. Cualquier escenario te puede crear la oportunidad de realizar una venta y, más aún, aunque suene a obviedad, los propios escenarios creados para vender.
Aunque pueda parecer absurdo lo que voy a decir, parece que hay personas que no lo entienden: el networking está para vender, no para hacer amigos. Es alucinante la cantidad de personas que pierden oportunidades de venta, por arrogancia o estupidez, a la hora de acudir a un evento (ya sea como asistente o como conferenciante. Personas que, o bien no son capaces de interactuar con el público, o bien ni siquiera hacen el esfuerzo. En la mayoría de estos casos, la justificación de su asistencia a estos encuentros es nula o mínima, y hacen perder a la empresa tiempo y dinero.
Cuando vamos a un evento profesional, vamos en representación de la empresa a la que trabajamos y, por tanto, es nuestro deber profesional aprovechar las oportunidades que nos permitan crecimiento individual y colectivo y justificar así nuestra presencia en estos encuentros que nos desvían de nuestro día a día laboral.
El networking es una herramienta fundamental en la estrategia de desarrollo de negocio de una compañía. Más aún tras dos años de reuniones y eventos virtuales donde hemos perdido esa cercanía tan mediterránea y tan nuestra. El ser humano es social por naturaleza y necesitamos de las interacciones y del calor humano para desarrollarnos como sociedad.
Independientemente de su cargo, las personas que acuden a eventos y encuentros de networking son personas como tú, con ambiciones, deseos, motivaciones, experiencias, con ganas de hablar y de ser escuchados. Personas que requieren de la interacción social para avanzar y desarrollar sus objetivos.
Nunca sabes dónde puede surgir una oportunidad que pueda suponer un punto de inflexión en tu carrera profesional así que nunca dejes de buscarla, nunca dejes de venderte y, sobre todo, nunca dejes de crecer.